(Por largos años el Padre Ignacio ha rezado esta oración cada
noche antes de acostarse)
Oración del padre Ignacio Larrañaga
Espíritu Santo de Dios, que estás en mí, usa tu poder
para entronizar a Jesús en mi vida y extender su
reinado efectivo a todo mi ser, a todas mis actividades,
a todas mis relaciones con otras personas.
Jesús, hijo de Dios, te acepto plena y gozosamente
como mi Señor, Dueño y Maestro. Aunque soy
poquita cosa, dignate ocupar a perpetuidad el trono
de mi corazón.
A ti, luz que ilumina, verdad que libera, te consagro
mi mente, mi memoria, mi imaginación, todos mis
pensamientos y todos mis conocimientos. Dame
Señor, tu visión de la vida, de las personas y de los
acontecimientos. Ve grabando en mí tus pensamientos,
tus ideales, tus criterios, tu escala de valores.
Hágase Tu Voluntad Señor, en mí y en todas las
criaturas. Conquista con la fuerza de tu gracia mi
Voluntad tan rebelde e inconstante; fusiónala en
amor con la tuya. De antemano someto a tu señorío
mis planes, deseos, sueños, ilusiones y esfuerzos.
(PAUSA de dos minutos sintiendo de nuevo en el silencio del
corazón lo que se ha dicho de estos cuatro párrafos.)
Venga tu Reino, Señor, sobre toda mi vida afectiva.
Extiende tu reinado de amor y paz a todas las zonas y
niveles de mi subconsciente. Llena con tu presencia,
con el amor del Padre y con los frutos del Espíritu
todo el vacío que hay en mí. Y por tus heridas, Jesús,
ve sanando todas las heridas que ves en mí.
Te entrego Señor mis sentimientos y en particular
estos sentimientos negativos, que escapan de mi
control… A cambio dame, buen Jesús, los
sentimientos y aptitudes de tu propio corazón.
Te consagro, Señor mío, este cuerpo santuario de tu
Espíritu, hasta la última célula del mismo. En particular
pongo bajo tu señorío cualquier parte de mi cuerpo afectada
o amenazada por la enfermedad. Tú, que vives en mí, usa
Señor, mis ojos para mirar, mis oídos para escuchar, mi
lengua para dar expresión a todo, Y sólo lo que tú deseas.
Bajo tu control pongo mis sentidos de gusto y tacto, con mis
hábitos de comer, beber y dormir, y con todas mis
sensaciones. Tuyas son mis manos, Señor, para trabajar,
ayudar bendecir y sanar según tus deseos. Guía mis pasos
con tu Espíritu, para que me lleven donde tú deseas verme;
que mi presencia sea allí señal de tu presencia.
(PAUSA de dos minutos, sintiendo de nuevo en el silencio del corazón lo
que sea dicho de estos tres párrafos.)
En tus manos pongo mi salud, mi energía, mis habilidades y
talentos, todos los recursos humanos y carismas de tu
Espíritu, con todas mis actividades y ocupaciones, con mis
éxitos y fracasos, con mi cansancio de cuerpo y alma. Haz
Señor que pueda descubrirte a ti y servirte a ti en las
personas que me rodean y en las que más te necesitan.
Te consagro mi familia, mi comunidad y cada una de mis
amistades. Venga tu reino de paz y amor al lugar donde vivo
y en los lugares donde me muevo y trabajo.
A tu señorío someto, Señor mío, todos mis vicios, malos
hábitos, defectos, adicciones, fallos y limitaciones (en particular...)
Manifiesta en mi flaqueza el poder de tu gracia (2Co 12,9);
dónde abunda mi pecado sobre abunde tu gracia (Rm 5, 20)
Virgen María, madre de los pobres, me consagro también a
ti. Si algo encuentras en mí que no es todavía de Jesús
entrégaselo a él. Ayúdame a vivir, como tú, en obsequio de
Jesucristo, haciendo de mi persona y de mi vida un don
pobre, pero completo a tu amado hijo.
Amén
(PAUSA de dos minutos, sintiendo de nuevo en el silencio del corazón lo
que sea dicho de estos cuatro párrafos.)